📖 Gálatas 6:14
Hoy en día vemos la cruz en múltiples lugares: colgada del espejo retrovisor de un auto, en la pared de un hogar, en collares, anillos o incluso impresa en camisetas. Pero, ¿cuántas personas comprenden verdaderamente lo que significa? Para muchos es un adorno, para otros un amuleto, pero para el verdadero creyente, la cruz es mucho más: es el símbolo de la gracia, del amor de Dios, del sacrificio más grande jamás hecho.
La cruz como símbolo de vergüenza… y redención
En los días del Imperio Romano, la cruz era un instrumento de muerte, vergüenza y tortura. Nadie en su sano juicio habría usado una cruz como símbolo de identidad o esperanza. Sin embargo, el cristianismo adoptó este objeto horrendo y lo transformó en el emblema más poderoso de salvación.
El apóstol Pablo entendió esto profundamente. Cuando escribió a los Gálatas, expresó que no se gloriaría en nada, excepto en la cruz de Cristo. ¿Por qué? Porque allí, en ese madero, se consumó el plan divino de redención para la humanidad.
El plan eterno de Dios
La crucifixión de Cristo no fué un accidente de la historia ni una tragedia fuera de control. Fue el cumplimiento de un plan divino, establecido desde antes de la fundación del mundo.
Pedro lo explicó con claridad en Hechos 2:23:
“A este [Jesús], entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.”
La cruz fue el escenario donde se resolvió el problema del pecado humano. Fue Dios mismo quien envió a su Hijo unigénito, perfecto y sin mancha, para ser nuestro sustituto.
La pregunta más importante: ¿Por qué la cruz?
¿Por qué Dios eligió una muerte tan cruel para su Hijo? Porque solamente un sacrificio perfecto, un cordero sin mancha, podía pagar el precio por nuestros pecados. La Biblia lo declara claramente:
“Sabiendo que fuisteis rescatados (…) no con cosas corruptibles (…) sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.”
1 Pedro 1:18-19
Jesús no solo murió, sino que llevó sobre sí todos nuestros pecados. En la cruz, Él clamó:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
En ese momento, Jesús experimentó la separación de Dios que tú y yo merecíamos por causa del pecado. Él tomó nuestro lugar. Fue nuestro sustituto.
La cruz: locura para algunos, poder de Dios para otros
Pablo lo dijo claramente en 1 Corintios 1:18:
“La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.”
El mensaje de la cruz puede parecer irracional al mundo, pero es el poder que transforma, que perdona, que restaura.
La salvación no es por obras
Este es el gran engaño de nuestra época: creer que podemos ir al cielo por nuestras buenas acciones. ¡Nada más alejado de la verdad del evangelio! Si pudiéramos ganarnos la salvación, la cruz no habría sido necesaria.
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.”
Romanos 3:23-24
La salvación es por gracia. Es un regalo de Dios, no algo que podamos lograr por méritos propios.
Aplicación: ¿Cómo debo responder a esta verdad?
1. Pide perdón a Jesucristo. Reconoce tu condición de pecado y acércate a Jesús con un corazón arrepentido. Él está dispuesto a perdonarte si vienes a Él con humildad.
2. Acepta a Jesucristo como tu Salvador personal. Cree en Su sacrificio en la cruz y en Su resurrección. Recíbelo por fe como el único camino para la salvación y la vida eterna.
3. Rinde tu vida a Él. No solo lo aceptes como Salvador, sino también como Señor. Entrégale cada área de tu vida y deja que Él dirija tus pasos.
4. Sirve a Cristo. Vive para Él. Usa tus dones, talentos y tiempo para glorificar a Dios y edificar Su Reino.
5. Habla a otros de Cristo. Comparte esta verdad con amor y valentía. No te avergüences del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.
Señor Jesús, reconozco que soy pecador y que he vivido lejos de ti. Hoy creo que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste para darme vida eterna. Te recibo como mi único Señor y Salvador. Perdóname, límpiame y lléname con tu Espíritu. Desde hoy quiero vivir para ti. Amén.
La cruz no fue un accidente. Fue la muestra más sublime de amor. No se trata de un amuleto o joya, ni de un símbolo vacío. La cruz representa el precio que Cristo pagó por ti y por mí. Hoy puedes vivir con la certeza de salvación, no por lo que haces, sino por lo que Él ya hizo.
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© Devocional con el Dr. Charles Stanley